Amor y erotismo como expresiones “otras” de un mismo hecho, o como una forma de fusión del Eros y la Psiquis, por medio de “trazos poéticos” o “trazos del lenguaje” que el hablante de Missael (especie de ciego pintor de palabras) pergueña en un lienzo permanentemente nocturno, como pinturas hablantes que a veces se pierden o se vislumbran lejanas en los “oscuros bares de su memoria”, pero que al final. Como los dos cuerpos constantemente evocados, se ofrecen, se postran y consagran en el ritual de una exaltada y ardiente “misa negra”: el lugar sin límites donde absolutamente todo (individualidades y contextos, “yoes” y “nosotros”) se sacrifica en desafuero ante la deidad suprema del Amor.
Brevísima versión contemporánea del Cantar de cantares, Lienzos de la otredad es también búsqueda del otro, o de la otra, como deseo de encontrar lo perdido, pero que siempre se ha poseído, o como frustrado del Ser de abrazar la otra mitad que le ha sido arrancada. Es también teología de fuego, lógica y pasión universales, llamas dobles que nunca dejarán cenizas.
Erick Aguirre